miércoles, 27 de junio de 2012
Poemas
Cuando estas conmigo
Cuando estas conmigo se llena mi corazón
tiene sentido la vida y el mundo es una ilusion
cuando estas conmigo la noche tiene color
y un beso es suficiente para entender el amor
y al abrazarte y sentir que me amas salen las estrellas
aun si es de dia y todos esos días llenos de vacio se volvieron polvo
porque estas conmigo......conmigo
cuando estas conmigo es bello mi alrededor
y una sonrisa tuya derrite mi corazon
cuando estas conmigo el tiempo pierde el valor
y una caricia tuya me hace volar hasta el sol...
Poemas.....
Algunas amistades son eternas
Algunas veces encuentras en la vida
una amistad especial:
ese alguien que al entrar en tu vida
la cambia por completo.
Ese alguien que te hace reir sin cesar;
ese alguien que te hace creer que en el mundo
existen realmente cosas buenas.
Ese alguien que te convence
de que hay una puerta lista
para que tú la abras.
Esa es una amistad eterna...
Cuando estás triste
y el mundo parece oscuro y vacío,
esa amistad eterna levanta tu ánimo
y hace que ese mundo oscuro y vacío
de repente parezca brillante y pleno.
Tu amistad eterna te ayuda
en los momentos difíciles, tristes,
y de gran confusión.
Si te alejas,
tu amistad eterna te sigue.
Si pierdes el camino,
tu amistad eterna te guía y te alegra.
Tu amistad eterna te lleva de la mano
y te dice que todo va a salir bien.
Si tú encuentras tal amistad
te sientes feliz y lleno de gozo
porque no tienes nada de qué preocuparte.
Tienes una amistad para toda la vida,
ya que una amistad eterna no tiene fin.
Te cuento un cuento....
EL LEÑADOR Y EL HACHA
"Había una vez un leñador que se presentó a trabajar en una maderera.El sueldo era bueno, y las condiciones de trabajo, mejores aún, así que el leñador se propuso hacer un buen papel.
El primer día se presentó al capataz, que le dio un hacha y le asignó una zona del bosque. El hombre, entusiasmado, salió al bosque a talar. En un solo día cortó dieciocho árboles.
–Te felicito, sigue así –dijo el capataz.
Animado por estas palabras, el leñador se decidió a mejorar su propio trabajo al día siguiente. Así que esa noche se acostó temprano.
A la mañana siguiente se levantó antes que nadie y se fue al bosque. A pesar de todo su empeño, no consiguió cortar más de quince árboles.
–Debo de estar cansado –pensó. Y decidió acostarse con la puesta del sol.
Al amanecer se levantó decidido a batir su marca de dieciocho árboles. Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Al día siguiente fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo toda la tarde tratando de talar su segundo árbol.
Inquieto por lo que diría el capataz, el leñador fue a contarle lo que le estaba pasando y a jurarle y perjurarle que se estaba esforzando hasta los límites del desfallecimiento. El capataz le preguntó:
–¿Cuándo afilaste tu hacha por última vez?
–¿Afilar? No he tenido tiempo para afilar: he estado demasiado ocupado talando árboles”.
jueves, 14 de junio de 2012
Cuentos clasicos.....
A la orilla de un inmenso bosque vivía un leñador pobre con su esposa y sus dos hijos. El niño se llamaba Hansel y la niña Gretel, y la familia era tan pobre que apenas tenían para comer. Peor aun, una gran hambruna amenazaba el país y al leñador se le hacía más dificil ganarse la vida.
Una noche, estando los niños ya en la cama, el hombre dio un suspiro y le dijo a su esposa, "¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo vamos a alimentar a nuestros niños cuando ni siquiera tenemos para nosotros?"
"Bueno, yo tengo una buena idea," contestó su esposa.
"Mañana, temprano por la mañana, llevaremos a los niños a lo más espeso y oscuro del bosque. Haremos una hoguera y le daremos un pedazo de pan a cada uno, después nos iremos a trabajar y los dejaremos allí solos. Así, no podrán encontrar el camino de vuelta a casa y nos deshacemos de ellos."
"No," dijo el hombre. "No quiero hacer eso. ¿Cómo puedo dejar a mis niños abandonados en el bosque? Los animales salvajes se los comerían." "¡Oh, tonto!" respondió su esposa. "Si no lo hacemos, los cuatro nos vamos a morir de hambre. ¿Es eso lo que quieres?"
Ella no lo dejó en paz hasta que el hombre estuvo de acuerdo.
Hansel y Gretel estaban tan hambrientos que no podían dormir, así es que escucharon todo lo que la mujer dijo. Gretel rompió en llanto y dijo, "Oh, Hansel, ¿qué vamos a hacer?"
"Silencio ahora, Gretel," dijo Hansel. "No te preocupes. Ya veré cómo nos libramos de este problema."
Cuando sus padres estaban durmiendo, Hansel se levantó, se vistió y salió de la casa.
La luna estaba llena y reluciente, y las piedrecitas que se encontraban delante de su casa brillaban igual que piezas de plata. Hansel se agachó y llenó sus bolsillos con cuantas piedras podía llevar.
Luego regresó a la casa y le murmuró a Gretel, "Duérmete en paz, hermanita. Tengo un plan que nos salvará." Acto seguido se volvió a acostar.
Temprano por la mañana, una hora antes de la salida del sol, la mujer despertó a los niños, sacudiéndolos con brusquedad.
"Despertad, niños flojos. Tenemos que ir al bosque a buscar leña," chistó la mujer.
Después les dio a cada uno un pedacito de pan y les dijo, "Este es el desayuno, pero no lo comáis
tan rápido porque es todo lo que tendréis para comer hoy."
Gretel puso los dos pedazos de pan en su delantal porque los bolsillos de Hansel estaban repletos de piedras, luego todos se marcharon al bosque.
Antes de que llegaran al bosque, Hansel se detuvo a mirar la casa. Se detuvo tantas veces que despertó la curiosidad de su padre.
"¿Por qué te detienes a mirar la casa?" preguntó. "¡Pon atención donde pones los pies o te vas a enredar en ellos!"
"Estoy mirando a mi gato blanco," contestó Hansel. "Está sentado en lo alto del techo y me quiere decir adiós."
"¡Tonto!" dijo la mujer. "Ese no es tu gato blanco, es sólo la luz de la salida del sol que brilla en la chimenea."
Pero, por supuesto, Hansel se había quedado atrás para ir dejando un sendero con las piedrecitas que tenía en los bolsillos. Una por una dejaba caer las piedras en el camino.
Una noche, estando los niños ya en la cama, el hombre dio un suspiro y le dijo a su esposa, "¿Qué va a ser de nosotros? ¿Cómo vamos a alimentar a nuestros niños cuando ni siquiera tenemos para nosotros?"
"Bueno, yo tengo una buena idea," contestó su esposa.
"Mañana, temprano por la mañana, llevaremos a los niños a lo más espeso y oscuro del bosque. Haremos una hoguera y le daremos un pedazo de pan a cada uno, después nos iremos a trabajar y los dejaremos allí solos. Así, no podrán encontrar el camino de vuelta a casa y nos deshacemos de ellos."
"No," dijo el hombre. "No quiero hacer eso. ¿Cómo puedo dejar a mis niños abandonados en el bosque? Los animales salvajes se los comerían." "¡Oh, tonto!" respondió su esposa. "Si no lo hacemos, los cuatro nos vamos a morir de hambre. ¿Es eso lo que quieres?"
Ella no lo dejó en paz hasta que el hombre estuvo de acuerdo.
Hansel y Gretel estaban tan hambrientos que no podían dormir, así es que escucharon todo lo que la mujer dijo. Gretel rompió en llanto y dijo, "Oh, Hansel, ¿qué vamos a hacer?"
"Silencio ahora, Gretel," dijo Hansel. "No te preocupes. Ya veré cómo nos libramos de este problema."
Cuando sus padres estaban durmiendo, Hansel se levantó, se vistió y salió de la casa.
La luna estaba llena y reluciente, y las piedrecitas que se encontraban delante de su casa brillaban igual que piezas de plata. Hansel se agachó y llenó sus bolsillos con cuantas piedras podía llevar.
Luego regresó a la casa y le murmuró a Gretel, "Duérmete en paz, hermanita. Tengo un plan que nos salvará." Acto seguido se volvió a acostar.
Temprano por la mañana, una hora antes de la salida del sol, la mujer despertó a los niños, sacudiéndolos con brusquedad.
"Despertad, niños flojos. Tenemos que ir al bosque a buscar leña," chistó la mujer.
Después les dio a cada uno un pedacito de pan y les dijo, "Este es el desayuno, pero no lo comáis
tan rápido porque es todo lo que tendréis para comer hoy."
Gretel puso los dos pedazos de pan en su delantal porque los bolsillos de Hansel estaban repletos de piedras, luego todos se marcharon al bosque.
Antes de que llegaran al bosque, Hansel se detuvo a mirar la casa. Se detuvo tantas veces que despertó la curiosidad de su padre.
"¿Por qué te detienes a mirar la casa?" preguntó. "¡Pon atención donde pones los pies o te vas a enredar en ellos!"
"Estoy mirando a mi gato blanco," contestó Hansel. "Está sentado en lo alto del techo y me quiere decir adiós."
"¡Tonto!" dijo la mujer. "Ese no es tu gato blanco, es sólo la luz de la salida del sol que brilla en la chimenea."
Pero, por supuesto, Hansel se había quedado atrás para ir dejando un sendero con las piedrecitas que tenía en los bolsillos. Una por una dejaba caer las piedras en el camino.
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